sábado, marzo 20, 2010

Censura en Internet: ¿estupidez o colusión?

De entre los repudios a la resolución ministerial socialista de aprobar sin cambios las medidas de persecusión y censura en Internet, quisiera subrayar los de Juan Freire y Fernando Berlín, por su posicionamiento periodístico:
Juan Freire:

De la estupidez como estrategia

estupidez.
(De estúpido y -ez).
1. f. Torpeza notable en comprender las cosas.
2. f. Dicho o hecho propio de un estúpido.

estúpido, da
.
(Del lat. stupĭdus).
1. adj. Necio, falto de inteligencia.

El Consejo de Ministros español aprobó el pasado viernes la “Ley de Economía Sostenible” que intenta legalizar el cierre rápido de páginas web sin garantías judiciales. Mientras la libertad de expresión, los datos públicos, la transparencia y acceso a la información o la neutralidad en la red suscitan debates en todo el mundo, el gobierno español impone "soluciones burocráticas" que tratan de evitar cualquier oportunidad para la discusión pública.

Desde que se conoció esta iniciativa, muchos han sido los que se han manifestado en defensa de los derechos fundamentales en Internet. Se han proporcionado argumentos de todo tipo, pero nada ha cambiado. El empeño por esta medida solo es explicable si lo entendemos por la necedad de unos políticos que se amparan en su propia ignorancia para defender su supervivencia en el corto plazo. Son al menos cuatro las estupideces que se pueden observar en su empeño y que amenazan nuestro futuro, el de la inmensa mayoría, para privilegiar su presente, el de unos pocos:

1. Tecnológica: promover un sistema de control ineficiente y hasta ridículo. El más que probable fracaso en la implementación efectiva de los mecanismos legales y tecnológicos de control no hará más que aumentar el descrédito de sus promotores, que podrían aprender mucho de las estrategias tecnológicas que desarrollan diferentes dictaduras para controlar a su población. Al fin y al cabo, los hechos nos dicen que a ambos no les separa tanto la ideología como su inteligencia tecnológica.

2. Cultural: defender productos y lógicas de la segunda mitad del siglo 20 y que llevan varias décadas inamovibles mientras se alejan progresivamente de las lógicas y procesos culturales que definen la contemporaneidad y el siglo 21. La cultura que ahora se intenta conservar a costa de todo y de casi todos no es desde hace ya muchos años la conciencia crítica de la sociedad. Bien al contrario, es ahora una buena parte de la sociedad la que tiene que agitar a esa supuesta cultura para sacarla del féretro donde se acomoda.

3. Social: defender las formas organizativas y prácticas sociales que defienden el conservadurismo más recalcitrante tratando de recuperar modelos sociales ya extinguidos, mientras se olvida de los entornos, las instituciones, los ciudadanos y las prácticas donde se está generando la innovación social.

4. Económica: defender sectores económicos y modelos de negocio decadentes y deficitarios, viables solo localmente gracias a un intervencionismo extremo, pero condenados en el medio plazo a su extinción. Mientras, se impide activamente que se desarrollen los modelos de negocio propios de la lógica digital que son los que pueden generar innovación, crecimiento y sostenibilidad en un entorno global.

Estas cuatro estupideces se contraponen con una "inteligencia política" cortoplacista, basada en defender el modelo de negocio de un sector social y económico que cuenta aún con cierta capacidad de convocatoria entre la parte del electorado que sigue utilizando los medios de comunicación de masas (a su vez parte de ese sector) para informarse. Además, la ausencia de ideas y propuestas o, al menos, de una postura política coherente e inteligente de la totalidad de rivales políticos hace que los posibles costes electorales puedan ser despreciados.

Es fácil comprender el empeño en la estupidez si entendemos los "beneficios" y el esfuerzo importante que significaría tratar de entender nuestra realidad tecnológica, cultural, social y económica. Pero también es muy probable que la necedad tecnológica los coloque más pronto que tarde ante un abismo del que, esperemos, nadie, y en especial los insultados por la estupidez cultural, social a y económica, querrá ayudarles a salir ni a unos ni a otros.

PD: Creo que solo escribo esto para no confundir el hastío con la indiferencia

Y Fernando Berlín:

Defendía hoy el Presidente del Gobierno que, con la Ley de Economía Sostenible, se pretende que haya “menos sectores no sostenibles y aumenten el tamaño de los otros sectores”, los de las telecomunicaciones. Son los que, según el Presidente, han sufrido menos el golpe de la Crisis.

Lo dice mientras, paralelamente se aprueba la conocida como Ley Sinde. Toda una contradicción. Si así quieren impulsar el sector de las telecomunicaciones se están equivocando. El Presidente, eso sí, no ha hecho ni una sola mención explícita a la polémica sobre esta materia en la rueda de prensa.

Esa Ley es un error, un grandísimo error contra la libertad de expresión y contra el futuro de Internet. Como decía esta mañana: si esa Ley hubiera existido hace 10 años Internet no existiría tal y como la conocemos. Así de simple.

El Presidente del Gobierno no está defendiendo la cultura, está defendiendo el ultracapitalismo. De salir adelante el anteproyecto de Ley dejará en un limbo legal a miles de páginas web, entre ellas, todas aquellas que tengan reproducido un simple artículo de periódico o un vídeo de youtube.

Lo que veníamos denunciando hace meses lo ha visibilizado Reporteros sin fronteras advirtiendo: “Peligro internacional para la libertad de expresión en Internet”

Para empezar, aparquemos los mitos:

Primer mito: Internet no es el oro del “todo gratis”, nunca lo fue. Una conexión cuesta cerca de 40 euros: difícilmente podríamos llamarle así. Las principales beneficiarias, por tanto, son las operadoras de telefonía, no el usuario final. Hasta tal punto llega la hipocresía, que Telefónica se anuncia en Chile y Argentina como una oferta “Sin restriccions P2P

Segundo mito: No son sólo los autores españoles, ni los cineastas, quienes han conseguido colar la Ley Sinde. Son las grandes compañías transnacionales, las grandes industrias extranjeras del cine -fundamentalmente norteamericanas-, de los libros, de los periódicos y del ocio multimedia. El ultracapitalismo más liberal que trata de imponer su modelo por todo el planeta. Lo están haciendo a través de una estrategia común denominada ACTA, pero de esto hablaremos después. Con ella se pretende equiparar textos, libros, música y cine a las patentes del medicamento…

Tercer y mas complicado mito: ¿Debe un autor cobrar toda la vida por una obra que escribió hace años? ¿Existe realmente la originalidad de una obra? ¿no son acaso, variaciones sobre creaciones ajenas? ¿Por qué no debería equiparse a otras actividades donde la creación recibe dinero hasta que es rentabilizada?. Si fue una victoria del progresismo, ¿no debería ser progresivo? ¿Debe seguir cobrando derechos Julio Iglesias como si fuera un pequeño y autor?

¿Sólo deben recibir la cultura quienes la pueden pagar?

En efecto hay una desconocida estrategía comercial, que se está negociando a espaldas de los ciudadanos y que, como digo, tiene nombre: se llama ACTA. Cito de Wikipedia:

El Anti-Counterfeiting Trade Agreement (ACTA) es una propuesta para un acuerdo comercial plurilateral, según sus promotores, en respuesta al “incremento de los bienes falsificados y obras protegidas por copyright pirateadas en el mercado global”.[…]
A pesar de que el título del tratado sugiere que el acuerdo sólo cubre falsificaciones de bienes físicos (como medicinas), el tratado propuesto tendrá un alcance más amplio, incluyendo “la distribución de Internet y de las tecnologías de la información”

Las negociaciones de ACTA se llevan a cabo de forma secreta y no pertenecen a ninguna organización internacional. La Comisión Europea, la Oficina del Representante de Comercio de los Estados Unidos, y el Departamento australiano de Comercio y Asuntos Extranjeros, y otras agencias de gobierno han reconocido haber participando en las negociaciones de ACTA

Esto se lleva cocinando en silencio desde hace años y solo tras algunas filtraciones y denuncias como la de Reporteros sin Fronteras, los implicados se han visto a dar explicaciones.

El objetivo es afianzar un negocio nada social, aunque eso cueste 30 años. A tiempo estamos todavía de exigir que la palabra cultura recupere su verdadero significado.

Es destacable la referencia al ACTA, que desconocía. Inicialmente imaginé algo parecido a las teorías conspirativas que explican el mundo por la acción de cuatro confabulados, pero efectivamente, la iniciativa existe en la Comisión Europea.

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