miércoles, febrero 09, 2005

La educación básica es el futuro (hay que decirlo todavía?)

La revista América Economía , (número 293) trae en su portada un artículo sobre la educación básica en América Latina, con observaciones a un informe de la OCDE, que muestra muy pobres resultados de la enseñanza en general:
Los bochornos se sucedieron en diciembre cuando se publicaron los resultados de las dos pruebas internacionales más importantes de calidad educativa. El primero fue cuando la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) publicó los últimos resultados del Programme for Internacional Student Assessment. Conocido como el Pisa, el programa consiste en la aplicación de exámenes de conocimiento a entre 4.500 y 10.000 alumnos de 15 años de cada país participante. En total, 415.000 niños fueron evaluados por sus aptitudes en matemáticas, capacidad de lectura, ciencias y resolución de problemas. En su última versión, participaron los 30 países de la OCDE y 11 países voluntarios. México tomó parte como miembro de la alianza. Brasil y Uruguay, como voluntarios. El resultado no pudo haber sido peor para nuestros representantes regionales: los tres pelearon los peores lugares del ranking. Y en todas las variables estudiadas.

Es un déjà vu de lo sucedido con el Pisa 2000. Entonces, los cinco países latinoamericanos evaluados (Argentina, México, Chile, Brasil y Perú) se repartieron consecutivamente los últimos lugares, junto a Macedonia. En el informe presentado entonces por la OCDE, los países latinoamericanos destacaron por su mínima comprensión de lectura, alto nivel de repitencia y la enorme disparidad entre la capacidad de lectura de los estudiantes de familias pobres y con recursos. Los mismos puntos se destacan este año.
(...)
De la tendencia tampoco escapa Chile, el país de la región que ha puesto más esfuerzos para llevar a cabo una reforma educativa desde los 90. En diciembre se publicó el Estudio Internacional de Tendencias en Matemáticas y Ciencias 2003 (TIMSS, su sigla en inglés), otra prueba internacional que evalúa la calidad de enseñanza. Chile, el único país latinoamericano examinado, obtuvo magros resultados. No sólo alcanzó la posición 39 entre los 46 países participantes: lo preocupante es que el nivel de progreso fue mínimo frente a los resultados obtenidos en la versión anterior del TIMSS, de 1999.
Qué se afirma en el artículo:
  • Aumenta la masa de estudiantes en nivel primario y medio en todo el continente, pero no aumentan los recursos dedicados, ni el nivel curricular.
  • En las comparaciones mencionadas, los países que más avanzan, son los que tenían ya antes mejor nivel educativo, con lo que se ensancha la distancia entre los casos americanos y el resto.
  • En muchos casos los estudiantes no entienden lo que leen, y se confunden con nociones básicas de matemáticas.
  • Aumenta la diferencia de resultados entre alumnos de bajos recursos y de altos o medianos.
  • La enseñanza está divorciada de los requerimientos de la vida real, en particular del trabajo y las empresas.
  • En muchos casos, los recursos se orientan hacia la enseñanza privada, en lugar de ir a la pública (se menciona a Brasil), creando mayor diferencia entre la enseñanza pública y la privada.
  • La desigualdad es aún mayor entre grupos raciales y étnicos.
  • Los educadores se ven como empleados públicos, y adoptan los vicios de la burocracia.
  • A los distritos pobres nadie quiere ir a trabajar, por lo que los alumnos quedan en manos de los menos experimentados o capacitados, por descarte.
  • No es posible establecer un consenso de continuidad de un plan de mejora de la educación, y los planes cambian cada vez que los gobiernos cambian.
Una anécdota contada al inicio da la real dimensión del problema:
Un empresario de Rio Grande do Sul, Brasil, estaba a punto de estampar la firma que cambiaría de nivel su negocio de calderas. Había convencido a una empresa estadounidense para invertir dinero en su planta. No obstante, el inversionista extranjero le puso una condición inesperada: antes de poner un dólar, todos los empleados de la fábrica debían tener educación secundaria completa. El empresario gaúcho no sólo no lo podía creer. Tampoco lo podía cumplir: muchos de sus empleados tenían apenas entre cuatro y cinco años de escolaridad. Al ver cómo el negocio del año se escapaba de sus manos, no le quedó más que rendirse ante la evidencia: sin educación no hay competitividad.
Puedo enumerar decenas de síntomas avalando este diagnóstico, sólo acudiendo a la memoria de hechos de Argentina; otros podrán hablar de sus países: por ejemplo, las reformas educativas. Desde que recuerdo, Argentina va de reforma en reforma, al menos una por cada cambio "filosófico" de gobierno (la dictadura militar de Onganía, el gobierno peronista de 1973, la nueva dictadura posterior, el gobierno radical, y el nuevo gobierno peronista) cada uno su reforma educativa, en donde los maestros deben aprender un nuevo sistema de enseñanza, y los estudiantes en transición pasan de un sistema de aprendizaje al otro durante su ciclo en curso. Y, debiera decirse, cada vez, un sistema más degradado.
En fin, Latinoamérica no parece querer comprender el problema. Contrariamente a lo que podemos observar en los países asiáticos, que potenciaron su educación básica con el aval y respaldo de sus comunidades completas, ya sea la familia que sigue la educación de sus hijos, el Estado que actúa con continuidad a pesar de los cambios de administraciones, los maestros que son competentes, o las empresas que apoyan la capacitación.
Seguimos participando de comunidades disociadas, que, al anteponer el interés particular o de grupo al colectivo, están conduciéndose indolentemente hacia el mayor suicidio posible: la degradación social.

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