jueves, octubre 06, 2011

Estimando el impacto de Windows 8, parte II

Para comenzar, una pequeña disgresión, para hablar de un aspecto reiterado con Microsoft: la campaña anticipada sobre productos que estarán en el mercado en un futuro indeterminado pero medianamente cercano.
Lo hemos visto en tiempos más o menos próximos con Windows Vista, y en un terreno más específico, con el proyecto Oslo y todos sus elementos participantes. Este fenómeno ha producido en el pasado dos movimientos, uno razonable, de cautela y espera de parte del mercado corporativo, que se ve obligado a sopesar en cuánto le impactará una evolución del producto; o cómo deberá modificar sus estrategias, si es un proveedor de productos de Microsoft o su competidor. Y otro, no precisamente razonable, de entusiasmo y apoyo de parte de la comunidad de desarrolladores o de proveedores de servicios o productos basados en Microsoft, que por lo general, ya ante versiones tempranas del producto, aseguran que marcha más que bien, y que cura todos los males del mundo, en los casos más extremos de adhesión a la marca. De tal forma que comienza a producirse una espiral de información y debate sobre algo que está a mitad de desarrollo, cuyas características podrán variar, o incluso podrá ser discontinuado como vía de investigación, con entusiastas que son capaces de describir un algoritmo que seguramente funcionará en el futuro. Los casos de Longhorn (Vista) y Oslo muestran particularmente estas características, y sus consecuencias. Esto produce, a mi juicio, dos efectos negativos importantes: condiciona o aplaza las decisiones y estrategias de quienes están relacionados y dependientes del ecosistema de Microsoft, y produce descrédito en la marca por el largo proceso de maduración del nuevo producto, sujeto a la exposición pública cuando todavía no está acabado. Y mucho mayor descrédito si toda esa "burbuja" de información conduce a un producto discontinuado.
Este comienza a ser el caso de Windows 8: es sorprendente el número de rápidas conclusiones sobre el producto que se pueden encontrar en éstos días. Pronto veremos condicionar muchos proyectos basados en lo que vendrá, que  también pudiera ser lo que vendría. Nuevamente, proliferan las afirmaciones basadas en un kit de demostración que no maneja todas las variables, porque los planes de desarrollo ni siquiera tienen fechas públicas de entrega.
Finalmente, desde el punto de vista del usuario, especialmente del usuario corporativo, que es esencialmente distinto del que compra en el mercado general, existe una pregunta: ¿me hace falta pasar a Metro? ¿necesito en mis cien/quinientos/mil escritorios de mi casa central disponer de terminales táctiles? Sin embargo, cualquiera sea la respuesta, probablemente el resultado final será que seré condicionado a adoptar el nuevo paradigma, y deberé replanear mi arquitectura. Al menos, si Windows es mi terminal cliente.
Lo que me lleva a lo que quería recordar hoy: una pequeña nota sobre la actualización contínua del software que Kevin Kelly escribió en abril:

(...) It's taken me 60 years, but I had an ephipany recently: Everything, without exception, requires additional energy and order to maintain itself. Not just living things, but the most inanimate things we know of: stone gravemarkers, iron columns, copper pipes, gravel roads, a piece of paper. None will last very long without attention and fixing, and the loan of additional order. Life is maintenance.
Most surprising to me has been the amount of sheer maintenance that software requires. Keeping a website or a software program afloat is like keep a yacht afloat. It is a black hole for attention. I can kind of understand why a mechanical device would break down after a while -- moisture rusts metal, or the air oxidizes membranes, or lubricants evaporate -- all of which require repair. But I wasn't thinking that the intangible world of bits would also degrade. What's to break? Apparently everything.
Here is news to the young: Crap accumulates in code. Chips weaken. Programs break. On their own, nothing you did.
And then there is the assault of the changing digital landscape. When everything around you is upgrading, trying new actions, or seeking new loopholes, this puts pressure on the website and necessitates maintenance. You may not want to upgrade, but you have to because everyone else is.
This upgrade arms race spills over into our private lives. It's completely altered my attitude about upgrading. I used to upgrade begrudgingly (why upgrade if it still works?), and at the last possible moment. The trouble is familiar. Upgrade this and suddenly you need to upgrade that, which triggers upgrades everywhere. A "tiny" upgrade of even a minor part can be hugely disruptive. But as our personal technology became more complex, more co-dependent, more like a personal ecosystem, delaying upgrading is even more disruptive. So I now see upgrading as a type of maintenance: you do it to survive. Technological life in the future will be a series of endless upgrades.
Expecting to spend your life upgrading should be a life skill taught in school. Indeed, I'd like to learn how to manage maintaining my digital ecosystem better myself. There must be a zen and art to upgrading.


No hay comentarios.: