Estoy cansado de la gente que es de una escuela de pensamiento y que rechaza las ideas de otra escuela de pensamiento. Tengo hambre de gente que no le importe de donde vienen las ideas, que les importe sólo lo que significan y lo que producen. Así que se me ocurrió esto del “juramento de no lealtad”.Confieso que, desde el punto de vista de adhesión a ideas, puedo incluírme en el bando de los "comprometidos", porque tengo algunos prejuicios, o quizá prevenciones, respecto a algunas prácticas y también a algunos "marcos de trabajo". Creo tener fundamento para ello, pero soy conciente de que corro este riesgo. Sin embargo, podríamos decir que hasta aquí estamos en un umbral de "autenticidad", es decir, cuando algo se hace por convencimiento, aunque pueda cometer errores gruesos por omisión o confrontación de otras soluciones posibles.
Esto significa el fin de afirmaciones como “eso no está bien – no es ágil / orientado a objetos / puro / etc.”, en vez de discutir sobre si la idea (ágil o tradicional o impura o lo que sea) funciona bien en las condiciones del momento.
Los anteriores párrafos no son míos, aunque coincido tanto con ellos que es como si los hubiese escrito.
El anterior texto es el “juramento de no lealtad” escrito por Alistair Cockburn hace ya unos años y firmado por muchos profesionales que coinciden con él en rechazar esa mala práctica, tan común en nuestra profesión: casarse hasta el extremismo con una única manera de ver cómo gestionar y desarrollar software, hasta el punto de rechazar cualquier idea alternativa.
Así que si piensas igual, si se te ha pasado por la cabeza más de una vez que hacer y gestionar bien el software no pasa por casarse con una práctica de desarrollo, que una metodología no es ni un equipo de futbol, ni un partido político, ni una religión… que sepas que no estás sólo.
Pero existe algo más, que este juramento alcanza: cuando un argumento es defendido de mala fe. La informática es una profesión, que procura ingresos a partir de un servicio, especialmente para la inmensa mayoría de los profesionales que no son miembros de un grupo académico, o de una organización sin fines de lucro. Quisiera saber cuántos profesionales responsables o gerenciadores de alguna una gran empresa de informática, consultora, o asesora, no tienen sobre su conciencia el haber ocultado un fallo por omisión, una característica problemática en un producto en oferta, una obsolescencia frente a la competencia. Y eso dejando a un lado otras prácticas que caen en el delito, quizá más propias y abundantes en el "tercer mundo informático".
Quisiera ver un colegio profesional capaz de montar un tribunal de ética que condenara prácticas agresivas en la obtención de contratos, o que demandara promesas contractuales incumplidas. El día que así sucediera, les daré mayor valor. En tanto, veo pocas posibilidades de implantar el juramento de no-compromiso en nuestra profesión, y con ello, poco alcance de la credibilidad de un colegio.
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