Quizá no por casualidad, encontré ayer dos artículos que, con enfoques complementarios, se ocupan de cómo sobrevivir en una España y una Europa que puede predecirse más que complicada en los tiempos próximos. Uno de ellos, de Sergio Hernando, analiza la dura perspectiva laboral que se aproxima en tecnología (twiteado por
Javier Garzas),y el otro, de Iván Pérez, propone "resetear España" a nivel educativo, para cambiar la mentalidad y disposición laboral española (twiteado por
Pedro Molina). Excelentes observaciones por parte de ambos, aunque me inclino por dar más valor a la nota de Pérez, que apunta a cambiar el perfil con el que los jóvenes (y especialmente los que alcanzan mayores niveles de educación) afrontan su entrada al mundo económico: coincido con su idea de crear un mayor espíritu emprendedor al entrar a la vida laboral: sus ventajas no se limitarían a la multiplicación de oportunidades, sino probablemente al estímulo de la innovación, y al desarrollo de la investigación.
El cuadro lo pinta Hernando:
El principal problema que le veo al 2012 es que las empresas
seguirán, como norma general, cosechando malos resultados. No hay nada
que haga prever que las cosas mejorarán, y por lo que se observa, es
incluso probable que la sangría continúe y empeore. Cuando las empresas
van mal, los dueños de los negocios, o los que están al mando de los
negocios, suelen tomar medidas para atajar los problemas, o al menos,
deberían hacerlo. Y por desgracia para nosotros, cuando un
CEO/CIO/CTO/CFO saca la recortada, los primeros disparos van para los
que estamos debajo. La reducción de costes es una de las primeras
herramientas que se pone en lo alto de la mesa, unas veces bien y otras
mal, pero es lo que hay. Y lo primero que se le pasa a los gestores para
reducir costes es siempre replantearse el coste del personal. Esto ha
sido siempre así y nunca cambiará. Cuando las cosas van mal lo primero
que se evalúa es a quién te puedes quitar de en medio, lo cual es
lícito, ya que algunas organizaciones han crecido desproporcionadamente
en los años de vacas gordas, y han empleado a más gente de la que
debiera, y lo que es peor, han empleado a personas que no son ni de
lejos, las mejores en sus puestos. Pero eso es tema de discusión para
otro día. Por supuesto, como no podía ser de otro modo, no defiendo que
reducir costes de personal sea la solución a todos los males, ya que mal
aplicada, o aplicada en casos injustificados, puede ser también un
error. Todo depende de la empresa, de la plantilla y de lo que se
conciba como plan de choque para atajar los malos resultados. No hay
fórmulas mágicas, pero por norma general, lo primero que se mira es el
grueso de costes fijos, entre los que están los de personal.
En el mundo de la tecnología la poción mágica para reducir costes se llama outsourcing.
Os explico en cristiano lo que esto significa: tengo en plantilla 10
técnicos que me suponen al año un coste de personal de 500.000 euros- Si
dejo a uno en plantilla para controlar la operación, despido a 9 y
contrato servicios en una operación de externalización, pasaré a gastar
400.000 euros al año. Resultado: 100.000 euros a la caja. Da igual si se
pierde calidad, y da igual cómo se trasladan a la contabilidad los
gastos del despido, lo que manda aquí es el euro en el flujo de caja. Si
hay ahorro, hay posibilidad de externalizar. Yo soy de los que opina
que en el outsourcing no es oro todo lo que reluce, y que mal
hecho, conlleva pérdida de calidad y de productividad. Naturalmente,
bien realizado es ventajoso, y aquí está nuestro primer gran enemigo: en
un mundo global hay que empezar a pensar que las posibilidades de que
otro haga lo que yo hago igual de bien o mejor, y a mejor precio, es una
realidad palpable que pone en peligro mi puesto de trabajo.
Hernando ofrece una vía de defensa y superación del problema urgente. Pero Pérez apunta a modificar sus raíces. Básicamente su nota comenta la labor de Alex Penadés, impulsor de la idea de infundir el espíritu emprendedor desde la escuela primaria y el hogar:
A nivel educativo, "España es el país de los niños-loro, sin
capacidad de creación, a los que se les dice lo que tienen que estudiar
para que memoricen y aprueben". En el plano socioeconómico, habitamos la nación del 'no me arriesgo', de familias cuyos patriarcas sueñan con que sus hijos tengan "un sueldo fijo para poder pagar la hipoteca".
En ambos casos, vivimos en "el país de las envidias, del poner la pierna encima, del si te caes te machaco",
en el que la figura del emprendedor está mal vista y el prójimo se
alegra de las desventuras del vecino, que se convierte en sospechoso
sólo por haber arriesgado con una idea diferente. Cambiar estos
conceptos es posible mediante la educación; rediseñar España es posible reseteándola desde la infancia.
Así lo cree Álex Penadés, un valenciano que lleva más de 20 años en el mundo de la empresa,
formador universitario, hijo y nieto de emprendedores y padre de un
niño de 3 años, uno de los nuevos ciudadanos españoles "receptivos al
cambio desde la base", una de las raíces de un árbol que debe crecer con
el riego de la cultura emprendedora.
En países como Estados Unidos, los niños venden los juguetes que les sobran o retiran con palas la nieve de la cochera del vecino
para sacarse unos dólares que invertir en caprichos y educación. En el
polo opuesto están los niños de los países subdesarrollados, que aprenden a comerciar para sobrevivir.
En ambos extremos hallamos la mentalidad emprendedora que no tenemos en
Europa, donde "la juventud crece multiprotegida, académicamente
preparada y desvalida en ingenio y actitudes".
(...) Con la idea primaria de "descubrir la figura del emprendedor", este empresario y formador valenciano []Penadés]se puso manos a la obra. Inspirado en la relación con su hijo Martín, alumbró el primer manual de emprendizaje, un vehículo para desarrollar programas y talleres destinados a padres y educadores.
Niños con ocho años tienen la capacidad de entender que se puede pelear por una idea, "no venirse abajo cuando te la tumban y hay que mejorarla", aprender a compartir cuando se alcanza el éxito y descubrir que el mundo no se ciñe a nuestro pueblo, que compartimos una cultura global en un mundo tomado por las nuevas tecnologías.
De la misma forma que un niño idolatra desde la infancia a los deportistas de élite o muestra su disposición a trabajar de mayor en el oficio de sus padres, debe conocer que el camino que recorrieron emprendedores como Cristóbal Colón en la búsqueda de mejores formas de traer comercio de las Indias o Mark Zuckerberg en la creación del revolucionario Facebook es otra opción y muy válida.
(...) Los padres deben ser la base de este rediseño educativo y socioeconómico del país. Bastan 10 horas de trabajo con los niños para explicarles "el valor de las cosas, observar lo que ocurre a su alrededor con el fin de crear algo que mejore su entorno", descubrir que hay muchas maneras de llegar a la meta, convertirse en un "forjador de sueños" que permita ganarse la vida con medios propios.
El proyecto no nace buscando el negocio sino como una idea que llegue a la gente. "Aspiramos a crear un movimiento, no una empresa, aunque no se descarta la incorporación de un mecenas llamado Administración o grupo empresarial" para abanderar este proyecto que rediseñe el país. El ambicioso programa del emprendizaje rehuye el protagonismo, basta con "esparcir la mancha de aceite en la sociedad".
Un cambio de raíz, un cambio de modelo de vida, es su propuesta. Sin embargo, el cambio desde la familia es todavía dudoso, haciéndonos cargo que desde la sociedad lo que viene es el modelo del funcionariado y del trabajo para toda la vida. Probablemente, y desgraciadamente, el mayor impulsor del cambio será la monumental crisis que nos rodea. Entre la espada y la pared, no hay otro camino que arriesgar.