Con muy poco tiempo disponible, quisiera no dejar pasar dos excelentes notas relacionadas con el uso de Internet y sus mejoradas capacidades de comunicación y conocimiento, en nuestro espacio común iberoamericano. Como en otras ocasiones, los puntos en común revelan ser aquellos que nos demoran.
Una nota, de Alejandro Pisanty, sobre la posibilidad de extender a toda la sociedad mexicana el acceso a Internet.
La otra, de Juan Freire, sobre el uso de las facilidades de Internet en la vida universitaria española. Invito a leerlas. Aquí, solo dos o tres líneas fundamentales de lo escrito.
De Alejandro Pisanty:
[El comentario se origina ante la pregunta de Jessica De La Portilla Montaño: para qué querría conectarse a Internet un mexicano que no contara con electricidad y otros satisfactores básicos.]
Ésta es una pregunta recurrente desde que Internet salió del ámbito académico (e incluso antes de ello) y quizás valga la pena volver sobre ella muchas veces.
La respuesta más seria a la pregunta es "no sabemos". Lo que sí sabemos es que a muchos mexicanos aislados y empobrecidos, como a muchos otros seres humanos en similares condiciones en otros países, las conexiones a Internet les han servido de mucho para contar con herramientas que permiten superar esas condiciones de miseria y marginación - incluso sin que ellos estén directamente conectados a Internet, vale decir, sin que en sus hogares haya una computadora conectada a Internet, ni hagan ellos uso de computadoras de uso compartido o colectivo en centros de población.
El beneficio llega a través de lo que por varios años ya he llamado un "intermediario efectivo": un miembro de la familia, en la mayoría de los casos joven que estudia en una escuela, que sí tiene acceso a Internet, que sí tiene una sensibilidad a las necesidades de su familia marginada y pobre, y que sí conecta las dos cosas.
Este o esta joven adquiere información de salud, o para la productividad del trabajo de la familia por rural que éste sea, o para muchos otros fines; la selecciona y procesa, y la prepara para presentarla a la familia. Ejemplos conocidos son los de jóvenes que mejoran las artes de pesca de familias huaves en Oaxaca o de cría de truchas en las montañas en Nayarit, de jóvenes que llevan cuentas de banco, auxilian en la obtención de créditos en la banca de desarrollo, auxilian en la preservación de la salud de la familia, etc.
Este "intermediario efectivo" es uno de los principales motores de la Sociedad de la Información.
Su intermediación no sólo es un transporte de información. Es exitosa por la selección de información, la presentación efectiva a quien puede usarla, y por la difusión a otros que también pueden beneficiarse.
Es decir, corresponde a una acción que transforma la cultura de la información, de la cultura tradicional que no pocas veces es - sin demérito de su efectividad - holística, tácita, y expuesta a la intervención excesiva de elementos no racionales, a otro modo de manejo de la información: desagregada, explícita, y disponible para la crítica racional.
Sobre la pregunta inicial, entonces, encontramos una respuesta al menos parcial - no se trata de elegir entre acceso a Internet y comida, acceso a Internet y empleo, acceso a Internet y medicinas, acceso a Internet y el esfuerzo colectivo y oficial de llevar la electricidad a cada casa. Éstos son falsos dilemas. Hay que sumar el acceso a Internet, y a sus beneficios, a la búsqueda de la alimentación, la salud, y el empleo, mediante la acción privada, sin duda, pero infaltablemente a través de políticas públicas e inversiones pública adecuadas.
De Juan Freire:
- Las universidades trabajan formalmente con software libre, pero en la práctica están promocionando institucionalmente sistemas cerrados, que normalmente solo están accesibles desde las redes internas o para sus usuarios. En lugar de abrir sus contenidos y enriquecerlos con la participación externa, los protegen y los condenan a la irrelevancia en un mundo que funciona ya bajo la lógica de la abundancia y de la escasez de atención y no de la lógica de la escasez y el control. Muchos profesores y estudiantes, hartos de las barreras y dificultades, acaban por llevarse sus contenidos a otros espacios más abiertos y más fáciles de utilizar.
- El profesorado que acepta el modelo que le impone su universidad sigue funcionando con una lógica de espacio cerrado y protección de contenidos y esto no hace más que agravar su desconexión de la cultura digital. Y si el profesorado está desconectado es la propia institución la que permanece al margen. En realidad, muchos profesores se enfrentan en estos momentos a una alternativa: o se desconectan, en su vida profesional, de la cultura digital o se desconectan de su propia institución. Finalmente, esta desconexión alimenta la falta de relevancia social de la universidad, un problema que crece día a día. Esta brecha no hace más que agravar un problema que ya viene de antes, pero que se acelera si tenemos en cuenta que es en estos escenarios integrados en la cultura digital en los que se están desarrollando los nuevos modelos de relación social, de innovación o de desarrollo empresarial.
- No es extraño, visto todo lo anterior, que las universidades presenten una casi nula capacidad de comunicación con el mundo exterior y, en buena medida, con sus propios estudiantes. Los ejemplos son múltiples. Es sorprendente que universidades con decenas de miles de estudiantes y situadas en ciudades de pocos centenares de miles de vecinos tengan en general tan poca presencia pública. Pensemos en organizaciones ciudadanas o empresas que con muchos menos integrantes consiguen grados de relevancia y presencia pública muy superiores.
El proceso de adaptación al Espacio Europeo nos proporciona otro excelente ejemplo. Hace unos meses El País publicaba un reportaje sobre el conflicto de Bolonia donde explicaba como mientras las instituciones educativas se comunican a través del BOE o del tablón de anuncios, los estudiantes están en los medios sociales y se organizan de modo sumamente efectivo en Tuenti o Facebook.
Lo que se está librando en los campus españoles es una desigual batalla de jóvenes que se comunican en trazos gruesos a través del correo electrónico, Tuenti y otras redes sociales, frente a unos administradores de la reforma que aún confían en el valor de una seca nota explicativa en el tablón de anuncios para difundir los cambios. En el campo de la comunicación, las instituciones están perdiendo por goleada. Y ésa es la causa de que los rectores de las universidades más afectadas hayan pedido ayuda al Gobierno.
Esta "desigual batalla" demuestra que las armas ya no son la financiación, ni tan siquiera las infraestructuras o el "poder duro". Las competencias digitales, comunicativas y sociales son ya mucho más importantes y aquí nuestras universidades llevan mucho tiempo suspendiendo y la mayoría ni siquiera se han preocupado por conocer su nota.
Discusiones que en otros ámbitos no parecen existir. Existen otras sociedades que comprenden que deben dar un salto en su desarrollo. Alejandro Y Juan ayudan a producir ese cambio.