miércoles, diciembre 08, 2004

Una visita a Buenos Aires

La semana pasada viajé con mi familia a Buenos Aires, después de un año conectado sólo por los comentarios y noticias de los amigos, los diarios, Internet y la televisión. Una semana de turista, pasada la hora de atención al público de las oficinas en donde debía hacer trámites. Encontré a la ciudad bastante desprolija, (dónde está la acción municipal?), pero con turistas extranjeros como nunca había visto, hoteles saturados, y mucha animación. Encontré en los amigos sentimientos ambivalentes, de expectativa y desconfianza, y una mejor perspectiva económica en casi todos ellos. Pareciera una nueva primavera, de la que todos desconfían que sea como el florecimiento del desierto: crecimiento rápido, flores, césped, aves, agua, hasta que vuelve el desierto. Evidentemente, existen nuevas condiciones de crecimiento económico basadas en la caída brutal de la moneda, lo que puede desaparecer tan pronto como el intercambio alcance un punto de equilibrio, y nuevamente sea más conveniente importar que exportar. Sin embargo, no todo es explicable simplemente por la caída de la moneda: en otras circunstancias, una caída así podría haber significado sólamente recesión, y sin embargo ahora se observan múltiples emprendimientos. Indudablemente el campo está trabajando a pleno, como se puede ver recorriendo los mil kilómetros de llanura de la ruta 7: nunca antes había visto tanta superficie sembrada, ni tantas instalaciones de silos de almacenamiento. Pero no hay que engañarse: sólo hacia fines de año, creciendo a un siete u ocho por ciento del PBI, se está alcanzando el nivel económico de 1998, el último año de crecimiento del período anterior. Hemos conversado con amigos que vuelven a trabajar en proyectos de reingeniería, pero en empresas que reinician desde un nivel de actividad muy bajo, y con metas de optimización muy básicas.
Sin embargo conocí en extensión algo que ya había visto el año pasado: la asociación de múltiples empresas con un objetivo común de expansión: crecer exportando, y mejorar los procesos, y certificar una normativa de calidad, para poder competir por mercados nuevos en el exterior. Así fue el cluster Córdoba, el Polo Tecnológico Rosario, y el Polo Tandil. Ahora pude conocer un poco más de ésto: más de dos mil cuatrocientas pequeñas empresas incorporadas a la exportación, en toda clase de rubros, desde muy primarios, con poco futuro quizá, hasta muy innovadores y de alto valor agregado.
Lo notable de casi todos estos casos es que es un crecimiento de abajo hacia arriba (no es una perogrullada), y marginal, naciendo de la iniciativa colectiva y la colaboración de empresarios, instituciones gubernamentales y ONGs, universidades y profesionales. A la tradicional colaboración del INTA y el INTI, se le suman particularmente Universidades tratando de aportar conocimiento y soporte para que pequeños emprendedores puedan obtener recursos económicos, técnicos y conocimientos para entrar al mundo de la competencia por los mercados internacionales. Un caso que me llamó la atención es el de la asociación de estos participantes en las ciudades de Pergamino y 9 de Julio, en la provincia de Buenos Aires. En el primer caso, colaboración para armar un polo textil, con la ayuda del know how de una institución italiana (el Programa Integrado de Cooperación Técnica italiano), y la participación de más de seiscientas PYMES. En el segundo caso, la misma especialización, pero para la fabricación de maquinaria agrícola. Un elemento común de estas iniciativas es la creación colaborativa de centros de servicos, capacitación, o calificación (el caso de Pergamino, Tandil, Córdoba, Rosario). Los más notables a mi juicio son los centros destinados a la certificación o evaluación ISO o CMM (Córdoba, Rosario).
Otro elemento común y característico, que ya hemos visto en nuestra historia, es la sustitución de actores. En otras épocas (Segunda Guerra mundial) fue sustitución de importaciones. Ahora debiera hablarse de sustitución de grandes operadores internacionales, por operadores locales. El mercado argentino sigue existiendo, pero los términos de intercambio, y la inseguridad jurídica, lo hicieron poco atrayente para un agente internacional. En cambio, los argentinos seguiremos estando, (y quizá un día con un país maduro), y así muchos servicios han sido tomados por nuevos actores locales en el espacio abandonado. Hoy no es fácil recurrir a un servicio del primer mundo, y así alguien ocupa ese territorio.
El lado negativo: una recorrida a los precios de la tecnología informática, me dice que el parque argentino devendrá obsoleto. La banda ancha en Internet recién comienza, aunque se están ofreciendo buenos productos (Fibertel a 1 MB), y la telefonía celular comienza a estar en todos lados.
Como alguna vez dijo Yrigoyen (no soy radical) "una forja parece un mundo que se derrumba"

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